Que si él me dice ven, yo voy. Que lo dejo todo por compartir momentos irrepetibles, tardes inolvidables, besos de película y abrazos eternos en los que él y yo somos los protagonistas.
Porque no he vuelto a sentir nada parecido a lo que sentía cuando él me abrazaba por la espalda, cuando me susurraba al oído cosas que no lograba entender, cuando me miraba a los ojos o cuando me cogía de la mano.
Que todavía hoy, me tiemblan las piernas si le tengo delante. El corazón se me acelera sin que pueda evitarlo.
Todavía hoy, me sonrojo si me dice que estoy bonita y me enfado si pasan los días y no sé de él.
Porque con él aprendí qué es sentirse especial, a sonreír a carcajadas, a echar de menos. Él me enseñó que en este mundo no existe nada más bello que la confianza.
Que si él me dice ven, yo voy. Que lo dejo todo si sus labios pronuncian esas ocho letras que hacen que las cosas siempre cambien.
Porque ha resultado ser la parte del rompecabezas que me faltaba por encontrar, esa pieza irreemplazable que hace de algo un todo.
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