lunes, 9 de octubre de 2017

# Conducir la piel.

Es increíble cómo todo viene y va, al igual que la espuma en la orilla del mar. Has vuelto, después de desaparecer sin previo aviso. Después de dejarme en el arcén de una carretera sin salida, con los intermitentes de emergencia parpadeando y haciendo ruido, mucho ruido. Así ha sido nuestra historia, intermitente. Y ahora regresas queriendo continuar. Y ahora me dices que vas a luchar por todo lo que hemos vivido, por todo lo bueno que he traído a tu vida. Cómo creerte si esto mismo me lo dijiste ya una vez, si me prometiste quererlo todo conmigo ya una vez. Aquella en la que me echaste de ti. Como quien se niega a seguir mirando las estrellas, como quien se va buscando nuevos proyectos. Y ahora me dices que aún me amas. Y ahora me pides que volvamos a intentarlo...
No mentía cuando decía que contigo siempre habría un huequito para el amor. Lo que no sabía era la forma que eso tomaría. Y es que cuando se ha dañado el corazón, cuando las ilusiones se han machacado, resulta complicado resurgir de las cenizas. Y más aún cuando alguien, sin pretenderlo, me ha mecido desde entonces entre sus brazos hasta traer de vuelta esa calma que tú me arrebataste.


Rueda cuesta abajo el corazón y no sé cuándo ni dónde he de frenarlo. Tus ganas me reclaman. En algún punto se encuentran con las mías, viejas conocidas que saben bien cómo tratarse. Las dudas y los miedos se hacen a un lado cuando tu mirada se clava en mis ojos, cuando tus caricias me abrazan. Y me pierdo de nuevo. En ti, en nosotros, en toda nuestra historia. Y me llenas el móvil de palabras bonitas, de perdones y peticiones. Y quieres que te permita demostrarme con hechos todo eso que dices. Y yo me desoriento de nuevo. Desconozco si voy en dirección prohíbida, nadie me mostró cómo conducir la piel.

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