miércoles, 21 de octubre de 2015

# Un golpe mortal.

No tengo palabras. Busco la manera de expresar todo esto que siento y no la encuentro. Muda, así es como me siento. Todo se pone tan cuesta arriba que tengo la sensación de que me estoy quedando colgada en la vida. Como el escalador que trepa por una cascada helada y le puede el cansancio. Suelta el material y se queda ahí, en medio del reto sin poder ni avanzar ni retroceder. Con la sensación de estar incluso entumecido por el cúmulo de sensaciones que recorren su cuerpo, supuestamente entrenado para la aventura. Sólo existe una diferencia entre este escalador y yo en estos momentos. Yo no puedo entrenarme para el torrente de sucesos que es la vida. Por mucho que lo intente no me encuentro ante una cascada de características estáticas. Tanto es así que tal vez lo único que pueda ejercitar sea la comprensión de que eso es así. La vida me sorprende y lo seguirá haciendo. Me pillará desprevenida en muchas ocasiones. A veces seguro que hasta indefensa. Y tendré que escalar. Sacar las fuerzas más remotas de mi ser y enfretarme a la cascada helada que tenga delante. Recopilar el mejor de mis equipos de escalda, ponerme la chamarra de la valentía y tirar para adelante. Porque huir no sirve de nada. Paliaría el sufrimiento en ese momento puntual pero la vida tarde o temprano me volvería a colocar ante esa situación a la que no quisiera plantarle cara. Porque es así, no hay de otra.

Ni avanzar ni retroceder. Demasiado peso en mi mochila. Esto me supone mucha carga. Miro a mi alrededor y pocos compañeros de aventura a los que les pueda pasar algo de este peso. No porque me acompañen pocas personas sino porque no todas ellas serán capaces de comprender que necesito desprenderme de este peso. No sabrán qué hacer con todas estas piedras que me sobran y que me impiden seguir. Y yo ahora mismo necesito urgentemente que me ayuden a aligerar esa mochila. No hay tiempo para explicaciones ni aclaraciones. Dame este apoyo que tanta falta me hace ahora y cuando alcance la cima de la cascada hablamos y te doy respuestas a todas esas preguntas que ahora no me siento capaz de contestarte. No me juzgues, yo no decidí escalar esto, la vida me volvió a pillar mirando para otro lado. No tuve ni tiempo de buscarme un buen casco y a medida que voy intentando avanzar en ella los cachitos de hielo que se van desprendiendo me golpean de lleno. Me encuentro magullada.


A pesar de todo poco a poco voy reuniendo fuerzas para srguir escalando. Hasta que llego a un punto en el que la cascada se empieza a desprender. Por su propio peso. Demasiada pendiente tal vez. Me quedo de nuevo inmovil viendo cómo a mi alrededor se va resquebrajando aquello por lo que había comenzado a escalar. Y me invade la pena, me ahoga la culpabilidad pensando que a lo mejor fui yo la que causó este desprendimiento al haber dado algún paso en falso. Y ya no puedo más. Grito y lloro sin hayar consuelo. Me ahoga el miedo de que la fractura se extienda a todo este hielo que me rodea. Y miro hacia el suelo. Si caigo ahora el golpe será tremendo. Es probable que si eso ocurre no consiga volver a escalar en mucho tiempo. Eso no puede ser, la vida sigue y con ella aparecerán otras muchas cascadas más. No puedo caer.


Me siento agotada. No puedo más. Cierro los ojos y me esfuerzo por escuchar mi respiración para intentar calmarme. Pero las emociones me desbordan. No sé si esta vez alcanzaré la cima. Por el momento me quedaré aquí, colgada. Cubriendo mi cuerpo para que ninguno de los trozos de hielo que siguen desprendiéndose me propicie un golpe mortal.




No hay comentarios:

Publicar un comentario