viernes, 7 de abril de 2017

# Te quiero menos que ayer. Te odio menos que ayer.

Amado mi primer novio,

Hace ya casi dos meses que me armé de valor para dar el paso más importante de mi vida, decirte adiós. Desde ese día he revisado cada hebra de mi vivir, he sentido la necesidad de desmontar uno a uno los días para intentar entender. No me gustaría seguir haciéndolo, porque duele. Sin embargo, me temo que sin la experiencia de este dolor no habrá progreso en mí.

Te escribo porque me acuerdo de ti. Qué ironía y qué poca vergüenza la mía, ¿verdad? Yo, que fui quien tomó la decisión de acabar con nuestra historia, me atrevo a escribirte porque te pienso.

Lo primero de todo, quería disculparme. Siento mucho mi torpeza a la hora de darte explicaciones el último día que nos vimos. Cuando las emociones me desbordan no soy capaz de expresarme de manera racional. Perdón por ser así... Sé que no te lo esperabas, a pesar de que habíamos tenido unas cuantas conversaciones sobre la marcha de la relación. Siento el impacto que provocaron en ti mis palabras, a pesar de que con el tiempo es probable que te percates de que esa sorpresa que sentiste, no era más que otro indicador de que lo nuestro no funcionaba. Nuestra comunicación era mala.


 La familia... no sabes con qué recurrencia mis pensamientos se sienten invadidos por esta palabra...en tres años y pico tú expresabas con orgullo y certeza tu rechazo hacia la mayoría de mis seres queridos... familia y amigos... Y esa dichosa regla que enmarcaba nuestra relación, la de "Soraya con mi familia debe ser perfecta"... Incluso llegaste a darme a elegir entre mi familia y la tuya en fechas que de sobra sabías que eran especiales para mi familia y para mí. Sin que te temblara la voz... Uno a uno he cogido entre mis dedos mis ideas preconcebidas sobre el tema FAMILIA y los he observado con detenimiento deseando ansiadamente encontrar el punto exacto en el que yo colaboré en este desastre y nada, no encuentro nada. Te equivocaste y mucho. Tu orgullo te ciega y mucho. La manera en la que amo desinteresadamente e incondicionalmente a la gente que quiero que permanezca en mi vida es lo que explica mi ser y estar en el mundo. Es mi esencia, mi sello de identidad. No sé ser de otra forma. Sin compartir mi existencia con esas personas me percibo como una imagen incompleta. Como cuando te acercas a mirar la obra que está realizando un pintor callejero y ves el dibujo de la silueta de una mujer que aún no ha terminado de pintar, un cuerpo al que le falta algo. Eso es, así es como me siento exactamente cuando no disfruto de momentos con mi gente, viviendo a medias y así, jamás podría ser feliz de verdad.

FAMILIA ha cobrado durante este tiempo un significado de valor inmenso para mí. Me he dado cuenta de que aun siendo consciente de que cada familia tiene su manera propia de funcionar, estuve a punto de cambiar en vez de integrar, de juzgar como mejor y peor en vez de permitirme que me quedara con lo que a mí me hacía sentir bien de cada una de ellas. Durante un tiempo, demasiado para mi bienestar emocional, no supe hacerlo. No me diste permiso para ello y me conformé creyendo que el buen funcionamiento de la pareja consistía en hacer sacrificios, sea cual fuere el coste del mismo. Y ese era uno de los sacrificios que yo ofrecía a la pareja, en declaración de mi amor profundo hacia ti. Qué estúpido concepto del amor... Después de todo ahora sé que no soy todas las costumbres de mi familia pero que tampoco puedo decir que no sea ni una sola de ellas, porque no es real. Y tú lo sabías, te conté lo que pensaba y mis sensaciones. Y con el tiempo me di cuenta de que una vez más hablaba sola. Oías pero no escuchabas, lo catalogabas como información irrelevante. Porque considerabas tu procedencia infinitamente superior a la mía, porque no entendías. Nunca has tenido la capacidad de empatizar para comprender. Siempre ha sido un ejercicio sumamente complicado para tu persona y además tampoco nunca has tenido ganas de hacerlo. Al principio lo asumí pero en alguna parte de mi alma albergaba la esperanza de poder enseñarte a ser empático para que vivieras conectado con la vida de una manera más auténtica. No lo logré... Siento compasión por ti y rabia hacia mí, por no haber conseguido que se te ablandaran las ideas al acariciar tu corazón con el amor que te he ofrecido, todo el que había dentro de mí.


El fútbol...no recuerdo tu apoyo cuando a principios de septiembre mi mayor ilusión era volver a jugar,  aventurándome en la apasionante locura del fútbol sala. Mis ojos brillaban de emoción, mi corazón vibraba al mismo son y tú, una figura gris que con su dedo índice extendido hacía mí me señalaba reclamando más tiempo en pareja. Tus palabras supongo que se las llevaría el viento, porque a mí no me llegaron a calar. Lo sentía todo tan claro... cuando algo me apasiona mi cuerpo lo sabe, lo vivo dentro de mí y es mágico. Ir a animarme a los partidos suponía un esfuerzo para ti,  mientras que para mí era mi modo de vida. Cada vez que te sentabas en la grada te vestías con tu traje de experto en el deporte y tu chaqueta de tolerancia cero. Y yo me sentía incómoda al saber que estabas. Qué sin sentido... Lo curioso es que al principio lo asumí. Sin embargo, llegó un momento en el que no me resultaba válido ese conformismo por mi parte, esa sensación de incompatibilidad entre tú y yo cargada de sacrificio cada vez se hacía más fuerte dentro de mí, desgastándome más y más. Aun así, decidí seguir peleando por nuestra historia. En esta batalla nació en mí un interés hacia otra persona. Me llamaba la atención su manera de estar en el mundo, de entender la vida... apareció en mi camino una mujer con una historia de vida similar a la mía, con ciertas características de personalidad similares a las mías, con inquietudes similares a las mías... y la lucha por "el nosotros" empezó a dejar de tener sentido antes de que yo lo percibiera. Llegaron los conflictos en mi interior y comenzó la guerra. Con mi realidad interna, con la que me rodeaba, con el planeta que en su día se creó cuando impacté contigo en algún punto del universo y la vida que en él había surgido desde aquel entonces. Y te lo conté. Me encontraba en unas peleas tan agresivas que necesitaba un aliado. En ese momento tú para mí significabas mi mayor proyecto de vida, eras mi construcción más bonita de amor y necesitaba comunicarme contigo. Necesitaba ser sincera y hablarte con el corazón porque sentía que si había alguna manera de alcanzar la paz tenía que ser mediante un proceso de diálogo. Creía firmemente que sólo así atravesaríamos el tiempo de guerra para acabar con el tratado sentimental más auténtico de la historia del amor sincero. Me equivoqué. Apareció de nuevo tu dificultad de empatía y nos fuimos alejando más y más. Nada de diálogo, decías que de mi boca solo salían insensateces y relatos de acontecimientos que no podían ser normales, que me dejara de dudas. Acompañaste tu incomprensión y juicios con demandas de sexo. Yo no podía hacer eso, ni a ti ni a mí ni a nuestro planeta. La vida de lo nuestro se debatía entre el vivir o morir y lo que se necesitaba era cuidados intensivos de primeros auxilios que no iban a llegar follándonos una y otra vez. Porque estábamos lejos, porque mi guerra no era mantener tu orgullo.

Hemos sido siempre diferentes. El otro día me compré un libro que trata de las parejas. Lo compré porque leí en su portada "crecimiento personal" y consideré que yo ahora me encuentro en ese camino. No me percaté hasta que llegué a casa, de que en otra zona de la portada estaba escrito también "[...]nos invita a reflexionar sobre el verdadero sentido de estar en pareja".  Me enfadé cuando leí esta frase. Me está costando mucho sentirme en paz conmigo misma después de todo, como para encima haberme gastado dinero en un puto libro que habla de mi guerra. Pensé que todo pasa por algo y que si me había comprado ese libro era porque tenía que llegar a mi y leerlo. Comencé entonces la lectura y está siendo muy sanadora. No estoy de acuerdo con todo lo que se postula en este libro sobre las relaciones de pareja, pero sí con algunas de las ideas. La reflexión más profunda a la que me ha conducido está relacionada con "asimilar e integrar consiguiendo a través de ello potenciar la pareja y la existencia de las dos personas que se encuentran en esa relación de pareja". Asimilar necesidades, diferencias... integrarlas para crecer. Dice el autor del libro que a veces las mismas diferencias que hicieron que naciera una relación de pareja pueden ser las causantes de su disolución. Creo que eso fue lo que nos pasó a nosotros, nos diluimos. En mares demasiado diferentes, demasiado alejados el uno del otro. No se pudieron construir puentes, ni canales por los que encontrarnos, nada. No pasa nada, te lo digo de corazón. Confío en que todo pasa por algo aunque cueste pensar así después de todo lo que ha ocurrido. A veces nos empeñamos en que las cosas sean cuando simplemente no están destinadas a ser.

Apareció un planeta nuevo cuando nos chocamos en el universo y por eso puede que de vez en cuando te encuentres con algún trocito de su masa en tu nueva galaxia. En la mía aun hay mucho residuo de ese planeta y me cuesta un poco estar estable en órbita. Aunque hay días en los que esta dificultad me irrita mucho sé que para mí tiene que ser así y que con el tiempo todo volverá a mi estado natural. No te voy a decir que espero que a ti te pase lo mismo y que te vaya bien, porque no estaría siendo honesta con lo que siento en estos momentos. No es que desee que te ocurran cosas malas, pero es demasiado pronto para mí desearte no dolor cuando yo he sido destruida en gran parte por ti. El amor hizo que mi pérdida de sentido de la vida no fuera un problema durante un periodo de tiempo bastante largo pero mi necesidad aclamante de autorrealización, mis gritos internos por reajustar mi autoestima, mis ganas de querer confiar más en mí misma y mi capacidad de introspección tal vez hayan sido las causantes de la decisión que tomé hace ya casi dos meses.

Ojalá que tu también sepas leer el aprendizaje de esta experiencia. Ojalá desarrolles la empatía.

Te quiero menos que ayer. Te odio menos que ayer.
Tu primera querida novia








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