Teníamos miedo de perdernos y al final nos perdimos. Por tu mala cabeza, por tu corazón salvaje. Por mis principios básicos hoy ya no estás y yo te extraño entre cada doblez de mis sábanas. Porque aunque no llegaras a cubrirte con ellas, pues esto fue tan efímero que ya ni sé si fue real o simplemente lo soñé, te echo de menos en el que tenía pensado que fuera tu lado de la cama. Sí, había decidido que tú volarías de noche ahí, que yo miraría tus labios mientras duermes desde aquí, pero eso ya no importa porque no vas a venir. Nos hemos perdido, la una a la otra, la otra a la una, la luna en ninguna. Había pensado tantas formas para decirte te quiero que yo misma creí inventar un camino al mirarte a escondidas. Y la realidad es que lo único que inventé fue una escusa para dejarte marchar, una razón para no arriesgar. Cuando los cambios vienen todos tan de repente me suelo quedar inmóvil, sin tener muy claro qué es lo que hay que hacer. Y eso me pasó contigo, no supe reaccionar a tiempo o, no pude, eso en este momento resulta tan indiferente... el hecho es que tú te fuiste, tan rápido como llegaste. Y dejaste una huella, en mí. A lo mejor el destino era este, que tu fueras estrella fugaz y yo cielo. No lo sé, pero a este cielo ya no le quedan estrellas, ya no le queda magia.
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