La vida no deja de sorprenderme, no deja de enseñarme. He aprendido, entre otras cosas, que para conseguir ser fuerte primero hay que ser débil y probablemente sufrir mucho; que para ser feliz hay que derramar primero millones de lágrimas. Conocemos el calor porque hemos vivido el frío, conocemos la luz porque hemos vivido la oscuridad, conocemos la seguridad porque hemos vivido la inseguridad... Podría seguir todo el día poniéndote ejemplos similares, pero estoy convencida de que sabes perfectamente de lo que hablo.
Cada persona es diferente. Cada persona un mundo, una personalidad, una mentalidad, unos sueños, unos anhelos. Ninguno igual, todos únicos, todos perfectamente genuinos.
Cada persona es el resultado de lo que ha vivido, de lo que la vida le ha mostrado y de lo que ella ha aprendido. Cada persona es el resultado de una operación compleja en la que se suman decepciones y llantos, se le restan sonrisas, se multiplica por objetivos conseguidos y se acaba dividiendo por momentos a olvidar. El total es fascinante. Podemos encontrar desde personas serenas, en paz consigo mismas hasta personas que no se aceptan y que viven sumidas en su pasado u obsesionadas con su futuro. Ese es el mayor error que me ha mostrado la vida. A veces nos olvidamos de vivir el aquí y el ahora. A veces nos sentimos demasiado atormentados por el ayer y extremadamente preocupados por el mañana, sin damos cuenta de que, a cuenta de eso, la vida se nos escapa entre los dedos.
Yo, al igual que todo el mundo, he vivido muchos malos momentos y tengo mil vivencias de esas que lo mejor es olvidar. La vida me ha esculpido a base de caídas pero incluso le estoy agradecida por ello. Me he dado cuenta de que es tan sabia que te ofrece sólo los buenos momentos, los detalles que hacen de tu vida algo maravilloso, cuando estás preparada para disfrutar de ellos. Hasta ese momento te prepara, te moldea para conseguir que puedas enfrentarte a tu vida en los malos ratos pero también para que logres apreciar y exprimir los buenos. Y aquí estoy hoy y ahora, reconstruida por dentro y por fuera, más feliz que nunca, más soñadora que nunca.
Recuerda que jamás todo es de un único color. Todo no es blanco o negro o rosa. El arco iris lo componen más de dos colores; esos son los colores de la vida. Todos, aunque en ocasiones no seamos capaces de ver más que uno. Está en nuestras manos pintar nuestra vida de colores para que cuando tengamos una mala racha sea más fácil salir del túnel, para poder divisar más fácilmente el cielo en el que buscar las estrellas que nos guían. Yo encontré la mía, esa que me muestra el camino y me da luz cuando me equivoco siguiendo a otra estrella. Tuve que esperar mucho pero no siempre el que espera desespera. Yo no desesperé y encontré todo aquello que deseaba con todas mis fuerzas. Gracias por brillar tanto para mí cada día desde hace un año. Ojalá que no te apagues nunca.
No olvides que nacemos con los ojos cerrados y nos vamos de este mundo también con los ojos cerrados. Por eso, mientras sigas vivo, esfuérzate por tener los ojos abiertos. La vida te puede sorprender en cualquier momento y si no estás receptiva los trenes se te pueden escapar. No dejes que así sea, construye tu propio destino.
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