No dejes de soñar.... ¿Cuántas veces nos han dicho esta frase o la hemos leído por ahí? No me alcanzan los dedos de las manos y de los pies para contarlas. Algo tan oído, tan aparentemente sencillo que resulta a la hora de la verdad tan sumamente complejo.
La vida es una noria, a veces te encuentras arriba, dejándote llevar, disfrutando de las vistas y otras, sin embargo, cerquita del suelo, agarrándote fuerte al asiento para no caerte y salir magullado. Este ciclo es lo que convierte el soñar en algo tan difícil, algo que a veces parece quedar muy lejos de nuestro alcance. La vida nos pone a prueba muchas veces, en muy diversas situaciones, y es en esos momentos cuando nuestra capacidad para soñar nos salva. Porque los sueños forman parte de nuestra identidad, ellos nos ayudan a recordar quiénes somos, cuáles son nuestros objetivos y hacia dónde queremos dirigir nuestras actitudes y comportamientos.
Cuando soñamos somos capaces de cerrar los ojos y visualizar perfectamente aquello que queremos alcanzar o que nos gustaría que ocurriera. Sólo con cerrar los ojos experimentamos una cantidad infinita de sentimientos, esos que envuelven nuestros sueños y, al menos yo, noto que vuelo. Me permito sentir despreocupación respecto a lo que pasa a mi alrededor en la vida real; en ocasiones resulta todo tan formal y perfectamente ordenado que me anula la capacidad de soñar. Y no quiero que eso ocurra.
En ocasiones la vida te pone tan al límite que te desorientas y olvidas tus sueños. Parece que lo que antes te parecía maravilloso, te entusiasmaba y por lo que pretendías luchar ya no te emociona, ya no te parece tan estupendo. Entonces cierras los ojos y te paras a sentir, a escuchar lo que tu cuerpo quiere y tiene que decirte. Y entonces recuerdas, tu memoria se llena de esos sentimientos que tus sueños te provocan y vuelas; y vuelves a encontrar el sentido de tu vida, el que te hace levantarte cada mañana y seguir caminando.
Caminar resulta más sencillo cuando tu cuerpo se siente impulsado por los sentimientos tan extraordinarios que provoca el amor. Amar a alguien siempre puede ser mágico tanto si está siendo una realidad como si simplemente se limita a ser uno de tus sueños. Soñar que algún día ese alguien por quien eres capaz de perder la cabeza te coge de la mano y te pide que te quedes a su lado. Soñar que con sólo mirarle a los ojos se podría producir un incendio. Soñar que nuestras lenguas se enredan en besos que desbordan pasión. Soñar que mi sueño de tener un amor con aquel hombre que un día de verano me ilusionó acariciándome las mejillas se hace realidad por fin. Soñar que los imposibles también se hacen posibles y que por ello es posible que tú te acuerdes de mi tanto como yo me acuerdo de ti, que tú me extrañes tanto como yo lo hago, que tú sientas esa misma necesidad de verme que yo siento cuando miro las fotos en las que aparecemos juntos. Soñar que cambiarías hasta el último detalle de tu mundo por crear uno nuevo en el que tú y yo fuésemos el Sol que ilumina nuestras caras al amanecer en la misma cama.
Soñar puede a veces devolverte la vida, así que no temas ni te sientas torpe si te sorprendes a ti misma soñando despierta. Si eso ocurre sólo disfruta, toma aire y respira profundo.
Soñar puede a veces devolverte la vida, así que no temas ni te sientas torpe si te sorprendes a ti misma soñando despierta. Si eso ocurre sólo disfruta, toma aire y respira profundo.